Aunque la ceremonia del sol y el agua, la semilla y la tierra, el hombre y la mujer, encierra un profundo simbolismo hay una explicación asociada al nacimiento del rito.
En un tiempo lejano, uno de los caciques tenía por esposa la más bella indígena de la comunidad. Se amaban profundamente y tuvieron una hija. Con el tiempo, las ocupaciones del cacique lo mantenían fuera de casa. La princesa soportó la distancia y las infidelidades del cacique por algún tiempo pero llegó a enamorarse de un gran guerrero de la tribu.
Cuando el cacique se da cuenta del amorío manda a matar al guerrero y, además, organiza una fiesta en honor a su esposa, donde le sirve como plato principal un corazón de venado. En realidad, lo que le es servido es el corazón del guerrero. Cuando la princesa se da cuenta huye con su hija hacia la laguna Guatavita. Luego, se lanzaron juntas.
El cacique corre desesperado a buscar a su esposa e hija. Cuando llega a la laguna manda a sus sacerdotes a sacarlas. Los sacerdotes vuelven con el cadáver de la niña y le cuentan que su esposa está muy feliz viviendo en el reino de las aguas. Desde entonces, la princesa aparece en las noches de luna menguante a escuchar las súplicas del pueblo y la laguna Guatavita se convirtió en un lugar sagrado donde se siguió celebrando el ritual del dorado.
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